¿Qué es y cómo se trata la Osteoporosis?
Hoy por el Día Mundial de la Osteoporisis el Dr. Daniel Roig Vilaseca, especialista en Reumatologia en la Clínica Sagrada Familia, nos explica con detalle las causas, los síntomas y el tratamiento de esta enfermedad esquelética.
La osteoporosis es una enfermedad de los huesos que provoca fragilidad y un aumento del riesgo de fractura. Por lo tanto, se debe considerar el estudio y tratamiento de la osteoporosis en función del riesgo de fractura, al igual que se hace con la hipertensión o la hipercolesterolemia y el riesgo cardiovascular. El objetivo es evitar la fractura, la aparición de la que puede conllevar una pérdida más o menos marcada de la calidad de vida y de la capacidad funcional, ya sea de forma crónica o temporal, y aumenta la mortalidad, especialmente en el caso de la fractura de fémur.
¿Cómo se produce?
La osteoporosis se produce por la disminución de la masa ósea (el contenido de calcio de los huesos) y / o la alteración de la estructura del hueso (es decir, su calidad). A menor cantidad de hueso, mayor fragilidad y, por tanto, mayor riesgo de fractura. Pero, al igual que la cantidad, es tan o más importante la calidad, que depende de la estructura de los huesos. A las vértebras (huesos de forma cúbica que forman la columna vertebral) la pérdida de calidad se manifiesta en una disminución y / o desconexión de las trabéculas que forman la estructura. Estas trabéculas consisten en un entramado de hueso vertical y horizontal que permite la distribución de las fuerzas tal como se produce, por ejemplo, en la estructura de un edificio o de un puente, para evitar que colapsen.
Así pues, cuando se reduce el número de trabéculas (de 'vigas') o estas adelgazan, disminuye su capacidad de resistencia. Y, si se las somete a un esfuerzo, pueden llegar a romperse. Por otra parte, los huesos de las extremidades (básicamente en forma de tubo formado por una cubierta externa llamada cortical y un espacio interior que es ocupado por la médula ósea) sufren un fenómeno similar, que en este caso afecta a la parte cortical, que se adelgaza y pierde resistencia.
¿Quién la puede padecer?
La osteoporosis es más frecuente en mujeres, especialmente después de la menopausia, y aumenta con la edad. Normalmente, durante la infancia y juventud el cuerpo acumula calcio y hace crecer los huesos.
A partir de los 25-30 años el calcio acumulado empieza a disminuir a una velocidad que puede estar influida por diferentes factores. En situación normal el factor más relevante es la menopausia, que acelera de forma marcada la pérdida de masa ósea durante los 5-10 años siguientes a la pérdida de función ovárica.
Existen muchos otros factores que aceleran de forma variable la pérdida de masa ósea, como el factores genéticos, algunas enfermedades (enfermedades inflamatorias, enfermedades que provocan malabsorción intestinal, enfermedades endocrinas como el hiperparatiroidismo o el hipertiroidismo, el mieloma múltiple, la insuficiencia renal crónica y otros), algunos tratamientos (especialmente los glucocorticoides administrados a dosis medias o altas durante un tiempo prolongado, pero también inhibidores hormonales administrados por tratamiento de algunos en cánceres de mama o próstata) y tóxicos como el tabaco.
En cualquier caso, la fragilidad ósea predispone a la fractura, pero, esta, por producirse, necesita de un esfuerzo que la provoque (caída mientras se camina, elevación violenta de un peso excesivo, movimiento brusco para girar). Por lo tanto, enfermedades que provoquen caídas frecuentes, como muchas enfermedades neurológicas o del aparato locomotor que disminuyen la estabilidad, pueden también favorecer fracturas. Por este motivo, también es importante tener en cuenta al considerar la osteoporosis.
¿Cuál es el diagnóstico?
El diagnóstico de osteoporosis se plantea cuando se produce una fractura de tipo osteoporótico, es decir, una fractura sin traumatismo, o cuando hay factores de riesgo de tener esta enfermedad (como la menopausia, enfermedades, tratamientos, antecedentes familiares o hábitos tóxicos ), tal como se ha mencionado anteriormente.
La densitometría ósea es la técnica de elección para hacer la evaluación de la masa ósea. El resultado permite la clasificación en normal, osteopenia y osteoporosis. De todos modos, hay que tener en cuenta que la densitometría mide sólo la cantidad de calcio en una determinada zona, y esta también puede ser baja en otras enfermedades óseas, como la osteomalacia, o alta, como en la enfermedad de Paget .
En el estudio de la osteoporosis también se acostumbra a hacer un análisis de sangre (ya veces de orina) para evaluar el metabolismo fosfocálcico (y detectar posibles otras enfermedades que cursan con baja masa ósea), y una radiografía de columna dorsal y lumbar, para identificar posibles fracturas que se hubieran producido de forma asintomática (aproximadamente el 50% de las fracturas vertebrales en pacientes con osteoporosis no dan ningún tipo de síntoma).
La indicación de tratamiento depende del resultado de la densitometría, pero también de otros factores, como haber sufrido fracturas previas, tener alguna enfermedad que favorezca la osteoporosis o caídas, o algún tratamiento que perjudique al huesos, siempre teniendo en cuenta que el objetivo del tratamiento es la prevención de la fractura. Así, a igual densidad mineral ósea, las personas de 50 años tienen mucho menos riesgo de fractura que una persona de 75 años y, tal vez, a pesar de tener osteoporosis densitométrica, la indicación de tratamiento no sea la misma, ya que el riesgo de fractura es diferente.
¿Cómo se puede tratar?
Actualmente existen dos grandes grupos de tratamiento para la osteoporosis:
- Osteoformadores: son los que actúan estimulando la formación del hueso. Actualmente, en este grupo sólo existe la teriparatide (y sus biosimilares), que es una molécula idéntica a una parte de la hormona paratiroides. Se administra de forma diaria, por inyección subcutánea, durante un máximo de 2 años. Cabe decir que es posible que en un futuro próximo se disponga de un segundo tratamiento de este tipo.
- Inhibidores de la resorción: actúan inhibiendo la actividad de los osteoclastos, favoreciendo de forma secundaria la formación del hueso, que no queda bloqueada (la activación de la destrucción y formación es secuencial: primero se activa la destrucción y una vez arranque se activa la formación, si se bloquea la destrucción una vez iniciada, se mantiene la actividad formadora, obteniéndose un balance positivo en la formación de hueso). Existen varios fármacos en este grupo. Los más utilizados son los bisfosfonatos. Se pueden administrar por vía oral, de forma semanal (ácido alendrónico y ácido residrònic) o mensual (ácido residrònic y ácido ibandrònic), o de forma endovenosa anualmente (ácido zoledrónico). También se dispone del denosumab (un anticuerpo monoclonal) que se administra de forma semestral por vía subcutánea, y los moduladores selectivos de los receptores de estrógenos (raloxifeno y bazedoxifé), que se administran por vía oral. Todos los fármacos han demostrado eficacia en la reducción del riesgo de fracturas, en grado variable, pero el efecto es lento y se debe evaluar pasado al menos 2-3 años de tratamiento (hasta 5 años según algunos autores). Habitualmente la reevaluación se hace con una segunda densitometría, que se compara con la primera. Se considera que el tratamiento ha sido ineficaz si la pérdida de masa ósea supera el 3%, o si se produce una fractura después de un año de tratamiento. El mantenimiento de densidad mineral ósea o su aumento, y la ausencia de nuevas fracturas, puede ser un indicador para continuar el tratamiento o, eventualmente, suspenderlo.
Esta clasificación se basa en la forma de actuar del fármaco sobre el hueso. Como es sabido, el hueso es un órgano vivo, si bien en gran parte mineralizado, lo que le proporciona la característica de dureza y rigidez.
Además, gracias a la existencia de una amplia variedad de células en el interior ya su alrededor, el hueso se cambia constantemente. Se calcula que, aproximadamente cada 10 años, se renueva todo el esqueleto. Y además, gracias a las células que lo forman, tras una fractura, tiene la capacidad de consolidar, y permite que se adapte a los diferentes esfuerzos que soporta (por ejemplo, es sabido que los tenistas tienen huesos más desarrollados en el brazo con el que juegan). Para que pueda adaptarse a estas situaciones, el hueso primero se destruye y después se forma sobre el espacio liberado.
La estrategia de tratamiento depende del sexo (el raloxifeno y el bazedoxifè son de uso exclusivo en mujeres) y otras características del enfermo (tratamientos, otras enfermedades, edad), y de la gravedad de la enfermedad (presencia o no de fracturas, intensidad de la osteoporosis densitométrica), individualizando para cada enfermo y enferma.
¿Cómo se puede prevenir?
La prevención de la osteoporosis comienza en la infancia. Es recomendable la ingesta adecuada de calcio que permita el crecimiento correcto de los huesos. Esta ingesta adecuada debe incorporarse dentro de una dieta equilibrada. Y debe acompañarse de actividad física regular, especialmente de carga (correr, saltar), adaptada a la edad.
Estas recomendaciones básicas se mantendrán a la edad adulta y especialmente en la menopausia, acompañadas de una vida saludable, evitando tóxicos como el tabaco. Del mismo modo, también es fundamental hacer los tratamientos de forma correcto de las enfermedades que puedan favorecer la osteoporosis.
En resumen, la osteoporosis es una enfermedad frecuente que aumenta con la edad y provoca una alta morbimortalidad. Aunque se manifiesta en forma de fracturas, también se puede detectar y tratar antes de que estas se produzcan con tratamientos que han demostrado eficacia, seguridad y buena tolerancia.
Comentaris
Exceelente informaciòn